Hay lugares que no se visitan, se atraviesan. El Monasterio de San Polo, a las afueras de Soria, es uno de ellos. Para llegar a la ermita de San Saturio, hay que pasar bajo sus arcos, como si el camino mismo obligara a atravesar un umbral invisible. Y ese tránsito no es solo físico: es un paso hacia otra dimensión, un eco de piedra que aún vibra con la historia de los templarios y con la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer.

San Polo fue en su origen un monasterio templario. Su ubicación, controlando el paso hacia San Saturio, no es casual. Los caballeros de la Orden del Temple lo eligieron como lugar de custodia, quizá porque ya entonces sentían que el paraje escondía algo sagrado.
El Duero fluye manso a sus pies, pero entre los muros y arcadas del monasterio hay una energía que no se explica, solo se siente.

Dicen que Bécquer quedó fascinado por este rincón. No cuesta imaginarlo caminando por la senda, deteniéndose frente a los muros cubiertos de hiedra, escuchando el murmullo del agua y dejando que el misterio del lugar se filtrara en sus versos.
San Polo no es solo un edificio: es una imagen que despierta lo oculto, una atmósfera capaz de transformar a quien se adentra en ella.

Hoy, el monasterio es propiedad privada. No se puede visitar su interior, solo contemplarlo desde fuera mientras el camino nos lleva hacia San Saturio. Y, sin embargo, esa imposibilidad lo hace más atractivo. Lo que no se ve alimenta la imaginación.
Caminar bajo sus arcos es aceptar que hay historias que nunca conoceremos del todo: rumores de ritos, secretos templarios, silencios que con los siglos se hicieron piedra.

Lo que más sorprende de San Polo no es su inaccesibilidad, sino su poder simbólico.
Quien lo cruza deja atrás el mundo cotidiano y entra en otro territorio: el del mito, la poesía y el misterio. Como si las piedras hubieran absorbido siglos de fe, de temor y de esperanza, y al atravesarlas nos contagiaran de todo ello.

• Arcos y muros: los templarios lo levantaron con un diseño que parecía más simbólico que práctico, un espacio que era tanto fortaleza como enclave espiritual.
• El nombre de San Polo: algunos lo relacionan con la orden de los Caballeros Hospitalarios de San Juan, lo que indica que varias órdenes militares pudieron custodiar este lugar a lo largo de su historia.
• Historias ocultas: se cuenta que dentro se guardaban documentos, reliquias o incluso manuscritos que hoy permanecen en el olvido.
• Transformación interior: los cronistas locales afirmaban que todo aquel que entraba en San Polo salía cambiado, como si las piedras absorbieran y devolvieran un misterio que no pertenece a este mundo.

Visitar San Polo es mucho más que detenerse frente a unas ruinas. Es caminar. La senda que lo atraviesa y bordea el Duero es una de las más bonitas de Soria.

• Paseo fluvial: el camino entre San Polo y San Saturio es un regalo para los sentidos. El río, los chopos, la calma y la brisa lo convierten en un lugar perfecto para desconectar.
• Miradores: a lo largo del camino hay rincones perfectos para detenerse, contemplar el Duero y dejarse atrapar por la magia que inspiró a Bécquer.
• Ermita de San Saturio: al final del sendero espera la joya mayor: una ermita excavada en la roca, sobre una gruta en la que vivió el eremita Saturio. Es un lugar de culto, devoción y belleza sin igual. Entrar en ella es sentir la espiritualidad del paisaje soriano en estado puro.

Este rincón del Duero puede ser el inicio de una ruta monumental por Soria:

• Centro histórico de Soria → con su Plaza Mayor, la iglesia de San Juan de Rabanera y el convento de San Francisco.
• Castillo de Gormaz → la fortaleza califal más grande de Europa, a menos de 1h en coche.
• Numancia → yacimiento celtíbero a pocos kilómetros de Soria capital.
• Monasterio de San Juan de Duero → famoso por su claustro románico de arcos entrelazados.