Hay rutas que uno no planea, sino que simplemente suceden. Cartagena y la Costa Cálida me atraparon así, con una mezcla perfecta de historia, naturaleza y esa sensación tan escasa de libertad con sabor a sal. Esta es una escapada circular, con alma mediterránea, que empieza y termina en Cartagena… pero en medio, todo cambia.

Una ciudad con más capas que una cebolla. Romana, naval, viva.
Si llegas pronto, tómate el tiempo de recorrer su casco histórico. El Teatro Romano siempre emociona, y caminar por la Calle Mayor es una forma estupenda de empezar el viaje. La fachada del antiguo casino, el puerto con sus barcos atracados, la silueta del Arsenal militar. Cartagena huele a mar, a historia y a helado recién hecho.

Pon rumbo hacia el oeste, hacia la sierra que abraza Cartagena. Carretera serpenteante, asfalto rugoso y vistas infinitas. Un paraíso para ir en moto.
Desde lo alto, el mar parece una lámina de plata y los acantilados de la costa recortan el horizonte como si fueran trazados a cuchillo.

Una de las fortalezas militares más impresionantes que he visto. Parece sacada de un cuento medieval, pero en realidad es una batería costera de los años 30.
Los cañones enormes apuntan al mar como si todavía esperaran al enemigo. El silencio lo inunda todo. Ven con tiempo, camina por sus pasadizos, asómate a los acantilados. Aquí, el mar ruge.

Pequeña, escondida, salvaje.
Un baño aquí sabe a privilegio. Si vienes en moto, el acceso es más fácil. Si vienes en coche, prepárate para caminar. Pero vale la pena.
Trae agua, algo de comer y muchas ganas de desconectar. No hay chiringuitos, solo naturaleza.

Una atalaya defensiva del siglo XVI, situada en un enclave espectacular. Subir hasta ella es una forma bonita de estirar las piernas y de asomarse al mar desde un balcón natural.
Desde aquí, la vista se abre a la Bahía de Mazarrón y a esa Costa Cálida que cada vez se siente más auténtica.

Este rincón de pescadores invita a parar.
Yo siempre recomiendo hacerlo aquí. Un refresco mirando al puerto, una comida con pescado fresco frente al mar, un chapuzón en su playa tranquila. Es el momento de relajar el ritmo.
Si tienes tiempo, quédate una noche. Aquí se duerme con el murmullo de las olas.

Misteriosa. Inquietante. Un lugar lleno de leyendas.
Muchos se sienten fascinados. Otros, incómodos. La cueva parece susurrarte algo… pero no siempre sabes si debes escucharlo.
Si te interesa, puedes hacer una pequeña ruta hasta ella, pero con precaución. Es un lugar delicado, cargado de historia… y advertencias.

Uno de los mejores miradores de toda la costa.
Sube al atardecer. Mira cómo el sol se sumerge en el Mediterráneo y cómo Bolnuevo se tiñe de naranja.
Es un momento que vale más que mil fotos.

También conocidas como las Erosiones de Bolnuevo o “la Ciudad Encantada de Murcia”.
Formaciones naturales que parecen esculpidas por un escultor invisible. El viento y el agua han jugado aquí durante siglos, y el resultado es hipnótico.
Da un paseo tranquilo entre sus formas caprichosas. Verás rostros, criaturas, castillos… si sabes mirar.

Puedes cerrar la ruta regresando a Cartagena por el interior, pasando por Mazarrón y atravesando pequeños pueblos del campo murciano.
Una forma distinta de volver. Menos costa, más tierra. Otro ritmo. Otra luz.

• Restaurante La Azohía – Pescado fresco, arroz caldero y vistas al mar.
• Chiringuito Bolnuevo – Tapas junto a las esculturas de arena, sin complicaciones.
• Puerto de Mazarrón – Mucha oferta, especialmente para terminar con un helado frente al mar.

• Cartagena: buena base para comenzar y terminar.
• La Azohía o Isla Plana: ideal si quieres una noche tranquila junto al mar.
• Mazarrón o Bolnuevo: más animado, con opciones para todos los bolsillos.