La carretera que lleva desde Soria hacia el embalse de la Cuerda del Pozo es una invitación a rodar sin prisa. El asfalto serpentea entre pinares, el aire se vuelve más fresco y los paisajes abren horizontes donde el tiempo parece detenerse. Viajar en moto por estas tierras es sentir que cada curva guarda una sorpresa, y en medio de todo, surge una de las más inesperadas: Playa Pita, un mar escondido en la meseta.

Salí temprano de la ciudad, con la moto devorando kilómetros suaves en dirección a Covaleda y la Sierra de Urbión. El olor a resina se mezclaba con el viento limpio de la mañana. A medida que avanzaba, la carretera se adentraba en espesos bosques, hasta que de pronto el azul del embalse apareció entre los árboles. Fue como encontrar una ventana al mar en plena montaña.

La playa se abre como un descanso inesperado para el viajero. Arena clara, orilla tranquila y el rumor del agua recibiendo al que llega. Aparcar la moto, quitarse el casco y escuchar el silencio del lugar es casi un ritual. Muchos vienen a bañarse, otros a remar en kayak o a comer bajo los pinos. Yo me limité a sentarme frente al agua, dejando que el viaje me habitara en calma.

La parada en Playa Pita puede formar parte de una ruta circular perfecta:

• Soria capital → Playa Pita (30 km)
• Continuar hacia Vinuesa, uno de los pueblos más hermosos de la sierra.
• Seguir hasta la Laguna Negra, mítico paraje literario.
• Volver pasando por Molinos de Duero y Salduero, con sus casas de piedra y sabor serrano.

Una ruta corta pero intensa, ideal para una jornada completa en moto, combinando naturaleza, cultura y un buen baño en el embalse.

• El acceso a Playa Pita está asfaltado, con zonas de aparcamiento.
• En verano, conviene llegar temprano: se llena de familias y bañistas.
• El lugar cuenta con chiringuito, sombra y servicios, perfecto para hacer una pausa larga.
• Mejor llevar ropa ligera bajo la chaqueta: después de la carretera, agradecerás el agua fresca.