Siempre que regreso a Galicia busco una excusa para detenerme en Vigo, el corazón palpitante de las Rías Baixas. No es la primera vez que, a media mañana, me dejo llevar por la tentación de embarcarme en un paseo por su ría, con la promesa de disfrutar de un paisaje único y, por supuesto, de los que probablemente sean los mejores mejillones del mundo.

Lo recomiendo especialmente a esa hora, es como un tentempié perfecto antes de continuar con un buen almuerzo gallego y seguir explorando su inagotable gastronomía.

El barco parte con calma, dejando atrás el bullicio del puerto. La navegación es un viaje en sí mismo, un recorrido que mezcla historia, mar y montaña en cada mirada. Desde la cubierta se contempla la inmensidad del puerto pesquero de Vigo —uno de los más grandes del mundo—, el monte de A Guía vigilando la ciudad desde lo alto y, al otro lado de la ría, los pueblos marineros de la península de O Morrazo, como Cangas y Moaña, que parecen dormir junto al agua.

Mientras navegamos, los guías van desgranando historias que parecen despertar con la brisa: las invasiones de Francis Drake, la célebre Batalla de Rande, los tesoros que yacen bajo el mar… y uno siente que este paseo no es solo visual, sino también cultural, un diálogo con el pasado que se mezcla con el presente.

De pronto aparecen, flotando sobre la ría, las bateas. Estas plataformas de madera son la cuna de los mejillones gallegos, esas joyas del mar que crecen en aguas limpias, ricas en nutrientes, y que hacen de Galicia un templo gastronómico. Verlas desde el barco es entender por qué el hombre y la naturaleza aquí trabajan juntos: los mejillones se desarrollan colgados de cuerdas, dejándose mecer por la corriente, creciendo con paciencia hasta convertirse en un bocado único.

El guía explica el proceso con pasión, cómo se cuelgan, cómo se recolectan, cómo esta tradición centenaria sigue viva. Y uno lo escucha con la misma fascinación con la que contempla el horizonte, sabiendo que lo que está por venir será todavía mejor.

Aquí, el hombre y la naturaleza trabajan juntos

El personal de Naviera Mar de Ons completa la experiencia con su profesionalidad y cercanía, cuidando que cada detalle esté en su sitio. Al bajar del barco uno siente que ha vivido algo más que un paseo, una celebración del mar y de la tradición gallega.

La gira por la Ría de Vigo con degustación de mejillones es una experiencia completa: paisajes, historia y gastronomía en un solo paseo. Ideal para parejas, familias o amigos. Si visitas Vigo, esta actividad es imprescindible.

• Naviera Mar de Ons ofrece salidas diarias desde el puerto de Vigo.
• La excursión dura aproximadamente 1 hora y media.
• El precio ronda los 15–20 € por persona, incluyendo la degustación de mejillones y vino.
• Mejor momento: media mañana, como tentempié antes de comer en la ciudad.
• Entradas: se pueden comprar en la taquilla del puerto o reservar online en la web oficial de la naviera.

📍 Recomendación viajera en moto: Vigo es fácil para moverse sobre dos ruedas, pero si estás de viaje y quieres que la moto quede a buen recaudo, lo mejor es dejarla en el parking subterráneo del centro comercial del puerto. Desde allí, el casco antiguo está a un paso, lo mismo que la famosa calle de las ostras, donde seguir disfrutando de la gastronomía gallega tras la excursión.

Una vez en tierra, Vigo sigue ofreciendo motivos para quedarse:

• El Casco Vello: perderse por sus calles empedradas, descubrir plazas escondidas y sentir la vida marinera que respira cada rincón.
• El Monte de O Castro: subir hasta lo alto y contemplar una de las mejores vistas panorámicas de la ría y de la ciudad.
• La playa de Samil: arena blanca, paseo marítimo y ese horizonte infinito que regala el Atlántico.
• La calle de las ostras (A Pedra): imprescindible para seguir con el viaje gastronómico, probando ostras frescas con un buen albariño.
• Excursión a las Islas Cíes: si hay tiempo, nada como descubrir este paraíso natural del Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas.

Vigo no es solo un puerto ni una ciudad de paso, es un destino que vibra entre mar y montaña, donde la historia, la gastronomía y la hospitalidad gallega se dan la mano. Y este paseo por su ría con degustación de mejillones es, sin duda, una de las mejores maneras de comenzar a descubrirlo.