Cosas que he aprendido viajando en moto

SUKI

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Viajar en moto no es solo desplazarse, es dejar que el mundo te atraviese.
Cada kilómetro trae consigo una lección. Cada curva es un recordatorio de que la vida se entiende mejor cuando se vive al ritmo del motor y del viento.

He descubierto que la moto no entiende de prisas. Me ha enseñado a mirar el presente como se mira un horizonte, sin querer abarcarlo todo, simplemente dejándome envolver. En la carretera no hay pasado que oprima ni futuro que pese, solo está el ahora, tan vivo como el rugido bajo el asiento o el olor a tierra mojada después de la tormenta.
Ser forastera sobre dos ruedas me ha regalado humildad. Llegar a un pueblo donde las campanas aún marcan el tiempo me recordó que la hospitalidad es un idioma universal. La moto me enseña, una y otra vez, que los caminos no son míos, soy apenas una invitada que los atraviesa, aprendiendo en silencio de quienes los habitan.
He aprendido que la riqueza no está en acumular kilómetros ni sellos, sino en lo que no cabe en ningún mapa, un atardecer que incendia de cobre las montañas, la sonrisa inesperada en una gasolinera perdida, la calma de un valle donde solo el río tiene prisa.
Salir de la zona de confort se vuelve rutina. Un desvío sin aviso, una pista sin asfaltar, una avería que obliga a improvisar. Y es ahí, en la incertidumbre, donde la moto me susurra que la única brújula fiable es la confianza en uno mismo.
La naturaleza se convierte en maestra. He sentido mi pequeñez bajo un puerto de montaña cubierto de sombra, mi fragilidad frente al rugido del mar en un acantilado, mi fortuna bajo un cielo desbordado de estrellas en mitad de un desierto. Cada paisaje es un espejo que me devuelve una versión más sencilla y más verdadera de mí misma.
También he aprendido a celebrar lo mínimo. La felicidad cabe en un café caliente tras horas de frío, en el olor a leña al entrar en un pueblo al anochecer, en el simple gesto de detenerme en un arcén y mirar cómo la carretera sigue hacia lo desconocido.
Viajar me ha enseñado gratitud. Gratitud por los lugares recorridos, por las personas encontradas y por saber que siempre hay un hogar al que regresar. Cada curva recorrida no solo me acerca a un destino, me recuerda lo afortunada que soy de poder rodar y aprender del camino.
La moto me mostró que no hace falta cruzar océanos para maravillarse. Basta redescubrir lo cercano con ojos nuevos, una sierra olvidada, una comarcal estrecha, un pueblo detenido en el tiempo. Todo tiene alma, siempre que sepamos escuchar.
Y, quizá, lo más importante: viajar en moto me enseñó a soltar el control. La carretera siempre guarda sorpresas. El tiempo cambia, el mapa calla cosas. Y es ahí, en lo inesperado, donde la vida se parece al viaje, imprevisible, imperfecta, maravillosa.
Al final, cada ruta me transforma. Me abre, me ensancha, me devuelve distinta. Porque viajar en moto no es acumular lugares, es una manera de estar en el mundo. Con los ojos abiertos, con el corazón expuesto, agradecida y en constante aprendizaje.

La carretera no solo me lleva a otros lugares. Siempre, de alguna forma, me lleva de vuelta a mí misma.

-SUKI

👤 ¿Y tú? ¿Qué has aprendido en tu camino?

Respuestas

  1. Avatar de exuberant357b73a367

    Yo no lo habría ducho mejor👻

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