Hay lugares que parecen haber sido trazados por la propia mano del destino, y el Paseo de San Pedro en Llanes es uno de ellos. Suspendido sobre un promontorio natural, este camino verde y abierto se alza sobre la villa como un balcón infinito, ofreciendo al viajero un espectáculo que mezcla mar y montaña con una armonía difícil de describir.

Desde aquí, Llanes se ve como una maqueta viva: las callejuelas que serpentean hasta el puerto, la playa del Sablón dibujando su curva de arena dorada, el litoral que se abre hacia levante y poniente, y, en la distancia, la Sierra del Cuera vigilando silenciosa como un guardián eterno.

El Paseo de San Pedro no es solo un mirador, es un lugar de calma y de encuentro. Por su senda han pasado caminantes anónimos, viajeros sedientos de belleza y personajes de la historia como Leonor de Austria, hermana del emperador Carlos V, que también se dejó conquistar por su magia. Hoy, miles de visitantes encuentran en este rincón un espacio para el sosiego, donde los pasos se acompasan al murmullo del Cantábrico y al viento que acaricia las praderas.

Para llegar al Paseo de San Pedro no necesitas brújula ni mapa, basta con dejarte guiar por el rumor del Cantábrico. Camina hacia la Playa del Sablón, como quien busca el abrazo del mar, y allí, al final de la arena, descubrirás un sendero que se eleva suavemente sobre el acantilado. Cada paso es una pequeña ascensión al cielo verde que cubre este promontorio.

No hay prisa: el camino es breve, pero su recompensa es infinita. En apenas unos minutos, el bullicio del pueblo queda atrás y se abre ante ti un tapiz de hierba que parece flotar sobre el océano. De un lado, Llanes se despliega como una maqueta viva; del otro, el mar rompe con fuerza contra las rocas, y más allá, la Sierra del Cuera vigila como un guardián eterno.

Llegar al Paseo de San Pedro es, en realidad, llegar a un umbral: el lugar donde mar y montaña se dan la mano, donde el tiempo se detiene y donde el viajero siente que está exactamente en el punto en el que debía estar.