Dicen que en la Catedral de Santiago no solo habita la fe, sino también los susurros del misterio. Entre piedras que llevan siglos escuchando pasos y oraciones, una sombra se proyecta cuando el sol se inclina en el atardecer, la silueta de un peregrino inmóvil, de pie, frente a la Puerta Santa.

La tradición cuenta que este espectro de piedra es la memoria de un hombre que emprendió el Camino con la ilusión de alcanzar al Apóstol, pero nunca pudo atravesar el umbral. Su promesa inconclusa quedó grabada en la fachada, como si la propia catedral hubiera querido custodiar su espera eterna. Otros dicen que no es castigo, sino bendición, que allí se alza su espíritu, velando por los caminantes que llegan exhaustos y buscan esperanza.

Sea recuerdo de un devoto o símbolo de la perseverancia, lo cierto es que, cuando la luz del ocaso acaricia la fachada, la Sombra del Peregrino aparece nítida en el granito, como si fuera un viajero más aguardando su entrada. Quien se detiene frente a ella siente una mezcla de paz y desasosiego, la sensación de estar acompañado por alguien que jamás partió.

Para descubrirla con tus propios ojos, solo tienes que acercarte al lateral de la Catedral, junto a la Puerta Santa, cuando el sol cae por el oeste. Allí, en silencio, déjate envolver por la luz dorada y contempla cómo la sombra toma forma.

Y recuerda, esta es solo una de las muchas leyendas que esconde Santiago. Entre calles, plazas y capillas aguardan otras historias —de almas, milagros y señales— que seguiré desvelando en este viaje por la Galicia más mística.