En la ruta que dibuja la costa asturiana, hay paradas que no se negocian. Luarca es una de ellas. No porque alguien lo diga, sino porque al llegar, lo sabes. El corazón se acomoda y los sentidos se abren como velas al viento. Luarca no grita su belleza, la susurra. Y quien escucha, se queda.

Es uno de los pueblos pesqueros más bonitos de Asturias. Lo notas en sus casas blancas que trepan las laderas, en las barcas que duermen en el puerto, en el aroma salado que llega desde el Cantábrico con un deje de algas y trabajo. Caminar por su puerto, detenerse a mirar cómo los pescadores terminan la faena del día, tiene algo de ritual antiguo. Ellos limpian redes, tú limpias el alma.

Y entonces, el plan es sencillo, te sientas en una terraza frente al puerto, pides una sidra bien escanciada, y preguntas por la recomendación del día. Lo que haya traído el mar esa mañana. Eso, y nada más, es suficiente. Porque aquí no se viene a buscar fuegos artificiales. Se viene a recordar cómo era la vida cuando todo tenía sentido.

Luarca está viva. Sus calles se enredan en plazas con niños, vecinos que se saludan por su nombre y bares con olor a chipirón y mar. Pero hay una calma que lo envuelve todo. Una serenidad como de otro tiempo. Su espigón, siempre vigilante, protege al pueblo de las iras del norte. Y aunque el mar golpea con fuerza a veces, Luarca apenas se inmuta. Sabe que la calma también es un puerto.

Y luego, está la atalaya. Hay que subir. En lo alto, como si flotara sobre el mundo, reposa el que muchos dicen es el cementerio más bonito de España. Aquí el silencio no pesa, reconforta. Las tumbas blancas miran al mar y las gaviotas cruzan el cielo como pensamientos que vienen y van. Las rocas, el horizonte infinito, el viento… todo invita a la contemplación. A detener el paso. A recordar. Aquí, hasta la muerte parece tener sentido.

• Pasear por el puerto: Es el alma del pueblo. Observa cómo llegan los barcos, cómo se descargan las cajas del día, y deja que el ritmo marinero te contagie.
• Subir al cementerio: No es solo un lugar para los que descansan. Es un mirador privilegiado, un espacio de reflexión con unas vistas que quitan el aliento.
• Mirador del Chano y la Ermita de la Blanca: Desde aquí, la panorámica del pueblo es de postal.
• Faro de Luarca: Junto al cementerio, el faro vigila el mar con elegancia. Perfecto para ver el atardecer.
• Paseo del Muelle y Puente del Beso: Ideal para perderse al final de la tarde y descubrir rincones íntimos y fotogénicos.
• Jardines de la Fonte Baxa: Un jardín botánico privado, de los más grandes de Europa. Requiere cita previa, pero es una joya inesperada.

• Restaurante Sport: A pie de puerto, producto fresco, platos tradicionales y buen trato. Pregunta por el pescado del día.
• La Montañesa: Un clásico con cocina casera asturiana. El arroz con bogavante y la fabada son de los mejores.
• El Barómetro: Más moderno, con un ambiente joven. Tapas creativas y vistas.
• Cafetería La Unión: Para una sidra al atardecer con ambiente local.

• Hotel Villa de Luarca: Elegante, céntrico y con encanto.
• Casona El Gurugu: Una antigua casa de indianos restaurada con gusto, vistas increíbles.
• Apartamentos turísticos Luarca: Perfectos si buscas más independencia.
• Camping Los Cantiles (a las afueras): Ideal para viajeros en moto, con vistas espectaculares y aire libre.

• En moto o coche: Desde Oviedo por la A-8, dirección Galicia. Luarca está perfectamente señalizado. La ruta costera en moto es especialmente hermosa.
• En tren: Renfe (línea FEVE) conecta con Oviedo y Gijón, aunque es más lenta, el paisaje compensa.
• En autobús: Alsa ofrece servicios frecuentes desde Oviedo, Avilés y Gijón.

Una de las mejores rutas en moto o coche por la costa asturiana:

• Luarca – Puerto sereno y marinero, punto de partida con alma.
• Cabo Busto – Acantilados solitarios y senderos entre vacas y viento.
• Ermita de La Regalina – Mirador con hórreo y magia suspendida.
• Playa del Silencio – Belleza intacta y aguas esmeralda.
• Cabo Vidio – Vértigo y poesía desde los acantilados.
• Cudillero – Final colorido en el anfiteatro del mar.

Si te quedan ganas de más, puedes enlazar con la ruta hacia el interior o seguir por la costa oriental hasta Llanes.