Una historia que se cocina a fuego lento

El Hotel Landa, situado a las afueras de Burgos, junto a la A-1, no es solo un lugar donde comer o dormir. Es historia viva del buen gusto castellano. Fundado en los años 50 como un sencillo puesto de carretera, fue evolucionando hasta convertirse en un hotel y restaurante con encanto, frecuentado por viajeros, artistas, políticos y moteros como yo, que no podemos evitar hacer una parada aunque no figure en el plan inicial.

Su arquitectura, que recuerda a una torre medieval, su decoración con mobiliario antiguo, chimeneas encendidas en invierno y jardines en verano, convierten al Landa en un sitio con alma, donde cada detalle está cuidado.

Los mejores huevos fritos con morcilla de Burgos

No es exageración. Si hay un plato que resume el espíritu de este restaurante es su famoso plato de huevos fritos con morcilla de Burgos y patatas. Crujientes, sabrosos, con ese punto justo de grasa que reconforta al cuerpo tras una larga jornada de curvas.

Pero su carta va mucho más allá:

• Chuletillas al sarmiento,
• Callos caseros,
• Perdiz escabechada,
• Cordero lechal al horno,
• Y postres como el arroz con leche o las milhojas de nata.

Todo servido en vajilla de loza, con camareros de chaqueta negra y trato impecable. Una experiencia que combina tradición, autenticidad y un ambiente muy cuidado.

El establecimiento: dormir en el Landa

Si decides quedarte a dormir, el Hotel Landa es una joya. Las habitaciones mantienen el mismo estilo elegante, con camas altas, muebles antiguos y vistas a la campiña castellana. El desayuno se sirve en una sala luminosa con bollería artesanal y café recién hecho.

Tiene piscina climatizada, parking cubierto (ideal para motos), tranquilidad y un ambiente sereno.